viernes, 11 de junio de 2010

Descubriendo que la vida no es sólo Vainilla, Fresa y Chocolate y que.. Genética es Destino

Cuando terminé la Preparatoria, la vida se volvió un poco más complicada.

No había muchas opciones de universidad, ni de carreras y yo no podía ni pensar en estudiar fuera de mi ciudad.

Así que no había más que Vainilla, Fresa y Chocolate.

Había que escoger una carrera para la universidad y como el resto de mis hermanos eran ingenieros, yo quise dar la contra y entré a Contador Público para que les diera el infarto.. y les dió ;).. (aunque con el tiempo descubriría que no era lo mío).

Aún no se como es que pretende la sociedad que, a los 18 años, sepa uno lo que quiere hacer el resto de su vida.

Dice uno de mis hermanos (el brasileño) que genética es destino, créanme que no hay nada más cierto. Por mucho que quieras escapar, tus habilidades y aptitudes estarán ahí desde que naces y aunque les quieras sacar la vuelta mil veces, otras tantas, volverás a tropezar con esa chancla una y otra vez y .. la volverás a levantar. jajajaja

Estando así las cosas, en el cuarto semestre me cambié a Administración, para no perder las materias que ya había cursado que eran de tronco común (que abusada yo no?). Al respecto, el periodista Jorge Ramos comenta que el se tardó mucho en entrar a la universidad porque no sabía que quería estudiar y se rehusaba a entrar a Administración o Ingeniera Industrial, porque esas carreras eran para gente que aún no sabía que era lo quería hacer y prolongaban su decisión 4 años más mientras estudiaban un poco de todo para ver que era lo que realmente querían hacer.. No hay nada más cierto. Yo fui una de esas.

Yo descubriría hasta el final de mi carrera que lo único que me llamaba la atención de todo lo que había visto eran la investigación de mercados y el comportamiento del consumidor.. obviamente estadística, proyecciones y análisis. Como ven, al final, por mucho que no quería parecerme a mis hermanos, terminé haciendo cuadritos.. igual que ellos.. :p. Creí que había escogido Chocolate y resultó Vainilla, como ellos.

Esos años de Carrera, me quedaba muy poco tiempo libre, la carrera no era pesada y sabiendo que los ingresos en casa no eran muchos, decidí buscar trabajo. Entré a trabajar a hacienda, pues el horario era corrido. Llevaba una clase de 7-8 salía en friega al trabajo, trabajaba de 8 a 3, me devolvía a la casa de 3-4, me comía la comida fría y en lo que comía me cambiaba, a las 4 ya estaba en la escuela, llevaba 5 o 6 materias, salía a las 9 de la noche, llegaba a la casa, ya estaba el novio ahí, hacíamos tareas, veíamos alguna novela, se iba a su casa y al otro día .. lo mismo.. Bieeen interesante mi vida. :P. No sé si era, Vainilla, Fresa o Chocolate, eso sí, era el mismo sabor, todos los días. jajajaja

Por eso ahora yo digo que uno debe portarse mal cuando le toca, porque, en nuestro caso, parecíamos casados muy chiquitos y tomábamos la vida demasiado en serio. Después, te enfadas de una vida aburrida y buscas aventura ;) y obvio, luego, anda uno haciendo ridículos a edades en que no debe.. algo que, si se portan bien, después les contaré... y sí, alguna vez me porte y se portó mal... muuy mal.. ;).

En ese lapso de tiempo me quedaba poco tiempo para hacer pasteles, pero ya tenía al menos pocos ingresos (le daba todo el sueldo a mi mamá y me queda con el 10% de mi sueldo para chucherías), con eso, y con lo que a el le daba su papá por trabajar en el taller de su propiedad, el sábado, hacíamos un tour gastronómico, íbamos Alfredo (marinovio), el Chino (mi down) y yo, a los tacos sebosos, a los mariscos, al cine, y ya de final escogíamos entre los raspados, los cocos o las nieves, Tooooodo en un día.. Por supuesto el domingo no podía moverme. En un sólo día consumíamos las calorías de toda la semana o el mes... jajaja.. Los novios engordan sabían?

Siempre, a veces, me rebelaba y en lugar de salir a comer, guardaba mi dinero, nos ibamos a una librería a comprarle chistes (comics) a mi down porque le encantaba archie y la pequeña lulú y a mí susy, secretos del corazón. En mi caso, además, buscaba libros de cocina que pudiera comprar. Alfredo buscaba libros de su carrera (nunca entendí porque, pero aún le fascina eso). Es claro que no había internet, por lo cual uno tenía que ir a librerías y se paseaba en ellas y hojeaba los libros que a uno le gustaban y los compraba (me encanta el internet, pero aquello era divertido, se los juro, al menos uno caminaba y hacía más ejercicio en el proceso). Por supuesto, también recortaba las recetas de las revistas que me gustaban, todo servía y todo era válido en aras de mi hobbie.

Así me empecé a hacer de libros y recetas que parecían interesantes y contenían otro tipo de ingredientes o palabras (más sofisticadas para mí o basadas en una cultura diferente). Aprendí que una misma cosa, en otro país, podía tener nombres diferentes, por ejemplo, que el chancho es el puerco, que ananá es la piña, que la nata montada es la crema batida y que la papaya es fruta bomba.

Adicionalmente, supe que había frutas en otros lugares que en mi vida había visto, desconocía sus sabores y sus olores, pero se antojaban, algunas como las frambuesas, zarzamoras y arándanos era imposible encontrarlas en Obregón, durante mucho tiempo, esas nomas estuvieron en esos libros, nunca en mis pasteles.

Ahí comencé con otra fase pastelera, salí de lo clásico y de la zona de confort para empezar a probar nuevos sabores y nuevas recetas, siempre limitada por 2 cosas principalmente: que hubiera en la ciudad los ingredientes y que me alcanzara para comprarlos.

Como todo en la vida, aprendí que no todo era Vainilla, Fresa y Chocolate. Experimenté con un pastel esponjoso con una crema que contenía un poco de piña y un dejo de chocolate. Compliqué el Pastel de las 3 leches para que fuera un reto porque si no, no tenía chiste, hice pay de queso horneado con duraznos que le encantaba a mi cuñada Rosa Amelia (aunque no es mucho mérito, ella es una hormiga), hice crepas, rosca de almendras, flan con licor y otras cosas más que no eran lo que habitualmente había hecho o bien que ya las había hecho pero con ingredientes que no eran los originales.

Hubo otros muchos que no pude hacer porque de plano, estaban fuera de mi presupuesto; como el pastel de queso que llevaba alrededor de 10 cajas de queso philadelphia (quizá si podía haberlo hecho, pero si no me salía bien, sentiría mucho remordimiento por el gasto, que por supuesto, no quería experimentar).

Una cosa estaba clara, seguiría andando ese camino, el hobbie ya estaba declarado. No había vuelta atrás, entre la cocina y yo, había una atracción que, al parecer databa de muchos años atrás, no podía hacer nada por resistirme a ella. Aunque me apartara de ella, siempre volvía, una y otra vez, a levantar la chancla.

Ni modo. Genética es Destino, que se hace?

lunes, 3 de mayo de 2010

Entre el Colachi Femenino y las Damas Leonas

Saliendo de la Secundaria, descubrí que siempre sería una antisocial declarada.

Excelente en el uno a uno y cuando estaba frente a público conocido, pero terriblemente fóbica cuando no conocía a las personas, o las consideraba superiores a mí. Supongo que no soy rara, todo mundo tenemos algo de eso y nos afecta en determinados momentos de la vida.

A mí me pasó en la Preparatoria. Pasé de una escuela estatal a una de las preparatorias de paga más caras (obvio becada).

Todavía en la secundaria era muy "galla", como tenía un miedo pavoroso a hacer el exámen de admisión en la preparatoria del gobierno y no pasarlo, me fui al Colegio La Salle y le entregué al Director mi certificado de 9.9 (era nerd, sí, pero además debo haber sido odiosa -popular, simpática, presente en todas las actividades artísticas, guácala-.. nadie me aguantaba).

Me dijo el Director:Y tu quien eres?.
No me conoce, soy fulanita de tal y quiero entrar en esta escuela, no tengo para pagar la colegiatura pero me merezco una beca. Odiosa.
Me vio con ojos de "mira tu, valiente la chamaquita". Esta bien, aclaró -como lo harían muchas veces en la vida- éste no es el proceso normal, pero voy a pasar tu solicitud al patronato, se te hablará si calificas y con que monto.

Llegué a mi casa y le conté a mi mamá muy contenta. Mi amá (así decía mi generación por acá a las mamás) se quedó seria y me dijo: hija, aunque me pidan el 20% de colegiatura, yo no puedo pagarte eso. Entré en pánico, pero me lo callé y esperé. Según yo, tuve suerte. Me otorgaron el 95% de beca y el 5% del importe mi amá podía pagarlo, con sacrificio, pero podía.

Uuy, no pasó mucho tiempo antes de darme cuenta de mi error, que no era error en sí, había sido decisión propia, pero había pasado de un lugar a donde era la estrella y lo máximo, a un lugar en donde era hija de una familia humilde (inteligente sí y medio famosilla en el pueblo, pero humilde).

Santo Dios, ahí me di cuenta de cuantos traumas tenía y cuanto barreras habría de brincar para salir adelante. La escuela me quedaba lejísimos y tenía que tomar 2 camiones, el segundo que me llevaba a la escuela, iba a un poblado cercano llamado Cócorit, y créanme es un pueblo (pintoresco y donde hacen las mejores coyotas y empanadas de sonora) pero pueblo al fin, la gente que se subía al camión para dirigirse ahí, llevaba gallinas, comida, ropa para vender, etc. Yo me bajaba del camión, justo antes de salir de la ciudad al pueblo, naturalmente sintiéndome toda una cocoritense, caminaba unas 8 cuadras (para mí muuy grandes), sintiendo las gallinas caminando a mi lado y llegaba a mi sala de tortura.

Creo que lo más dificil, no fue descubrir que yo era pobre y una más del montón. Fue descubrir que había gente que podía tenerlo todo en la vida, dinero, inteligencia, belleza, dones artísticos, sociales, etc y encima de todo humildad y simpatía. Era demasiado, en las novelas, siempre te decían que los ricos eran malos en toda la extensión de la palabra.. o tontos.. Mmm, nada de eso.

Habría de aprender mucho ahí, tanto académica como socialmente, cosas que nunca había aprendido y no me había interesado aprender, pero al parecer, para alguna gente, tenían importancia. Lo aprendí todo. Después decidiría si tenían importancia o no. O si las utilizaría alguna vez.

Lo principal que aprendí fue que se podía tener todo en la vida, siempre que quisieras y que no había nada de malo en ello, también que, tuvieras lo que tuvieras, era tu deber, ayudarle a todo el mundo que te fuera posible, sin esperar nada a cambio.

De ahí tengo muchas anécdotas, como cuando se inundó la ciudad completa y en el colegio- al cual me fui casi en lancha- nos pidieron que nos devolviéramos a nuestras casas a traer latas y cosas de comida para ponernos a cocinar en los albergues para los damnificados. Fuí asustadísima con el director y le dije que apenas sabía si podría llegar a mi casa y que no creía que pudiera devolverme con comida y quedarme a cocinar.. el director me vió a los ojos, me palmeó la cabeza y me dijo: no te preocupes Rosalind ya sabemos que tu eres de los damnificados.. jajajaja.

Pero no quiero aburrirlos con historias tan poco pasteleras.

En la prepa obtuve 2 grandes conocimientos culinarios.

Uno llegaría a casa por una señora obregonense que había editado un libro que era como una especie de recopilación de todo aquello que cualquier damita obregonense debía conocer o saber hacer: "Colachi Femenino" (argot pueblerino de Collage).

Venían ahí muchas recetas que tendría que aprender a hacer: coricos, pay de queso (con queso regional no philadelphia, que era importado en ese tiempo por cierto), flan con leche normal y azúcar (no leche condensada).

Gatear antes de caminar (gran lección), yo había querido volar y no sabía ni gatear.. jajajaja. Probé todas las recetas de ahí, que a mi amá le gustaban, todas las clásicas del pueblo y de nuestras raíces. Pan de elote, champurrado, arroz con leche, churros, hasta jamoncillo hice. Buenos resultados?.. jajajaja a veces sí a veces no. Pero mi amá toodo se comía (no me extraña que hoy sea diabética, gulp).

En fin, Salvo las pautas de buen comportamiento y el como conducirse con propiedad en sociedad, ya era toda una damita obregonense.

El colachi representaba para mí, la fuga de la prepa, principalmente cuando había que ir a los trabajos en equipo, a casas en donde había alfombras, televisiones a colores, refrigeración, servidumbre con uniforme!, jajaja, cosas muy raras con las que nunca había tenido contacto.. hoy me dirían.. que naca!, pero entonces sólo un .025 de la población tenía acceso a ese tipo de nivel socioeconómico.

Después de una ida a esas casas, necesitaba reafirmarme y sentir que mi vida era buena y mejor. Hacía cosas que eran accesibles a nuestros bolsillos y .. practicaba, practicaba, practicaba. Alguna vez tenía que aprender!

En esa prepa, aprendí muchas cosas: A no desear lo que no tenía, a aceptar lo que se me había dado y divertirme con ello. Aprendí a dar gracias por mucha ayuda que me daban en muchos aspectos (raites (aventones) a mi casa, verme como su igual y quitarme mis traumas, la "disparada" de cosas de la cafetería -ocasionales por orgullosa-, medio aprender a como vestirme -aunque no mejoré mucho ahí, me encantaba la ropa "ligera", jajajaja-, ir a cafecitos -algo que nunca volví a hacer porque me traumó, pero aprendí a hacerlo-

Justo en ese tiempo, entable conversación con una compañera de clase, más introvertida que yo: Irma, aunque Irma era así, porque era su carácter, no por estar inadaptada como yo. Más bien, fui yo la que entablé la conversación después de que voltee a verla al sacar algo de una bolsa de papel estraza, se vio encajonada y me dijo: quieres una empanadita?, yo nunca llevaba dinero y no podía despreciarla, además, la empanadita en realidad estaba muuy buena, era de guayaba, muuy chiquita. Que buena es, le dije. Sí, dijo Irma, son empanaditas de cerveza, yo las hice.. ooorale, otra loca... no estaba sola en el mundo :D.

Le pedí la receta a Irma y ella lindamente me la pasó. Cuando las hice la admiré aún más, eran muy laboriosas, pero apuesto a que ella tenía aire acondicionado y quien lavara los trastes, yo tuve que hacer hasta la cajeta de guayaba.. jajajaja. Aún así, era admirable, era.. el placer de hacer.

Ella me recomendó un libro que estaba de moda por ese tiempo y donde venían algunas recetas que podrían interesarme: El Libro de las Damas Leonas. Esta agrupación había publicado un libro de recetas con los platillos que hacían las damas leonas. Yo no sabía ni quienes eran ellas, ni a que se dedicaba la agrupación, pero me encantaron las recetas. Aún hoy mi marido, come, de vez en cuando, platillos, salados y dulces que saqué de ahí.

Es un libro que aún utilizo, y con el que mis hijos se enseñaron igual que yo en la repostería. De hecho, Amy (mi hija, la casi-física) ya se lo autoadjudicó de herencia. Ella dice que le deja todos los demás que tengo (que son bastantes, más de 300) a su hermano que está estudiando gastronomía. A mi me gustaba su sencillez y su claridad, creo que a ellos también.

Con el libro de las damas leonas, entré en el mundo obregonense de la alta cocina de aquel entonces, lo digo en serio aunque suene a broma, ese libro me daría una visión distinta de lo que uno podía comer, dulce y salado.. Sería uno de los libros con el que cargaría el resto de mi vida. Ya no tiene pasta, algunas hojas están perdidas, Igual que el Colachi.

Treinta años ya.. Dios, como es que sucedió tan rápido?.. jajajaja

martes, 30 de marzo de 2010

Con pasteles de esperanza nunca se llena la panza

Después de hartar a todos con mi mismo pastel de chocolate (preferido por mi) e intentar asesinar a mi hermano quemándolo con leche condensada cocida al hacer otras recetas de pasteles "normales", decidí que era hora de dar el siguiente paso.

Por mis 14 o 15 años, comencé a comprar "Vanidades", una revista que traía algunas recetas que me gustaban, chismes de los famosos y las novelas de Corín Tellado que estimulaban mis sueños de adolescente (viejos tiempos).

El problema con el que me encontré inmediatamente, fue conseguir los ingredientes, ahí me hablaban de crema batida o nata montada (dependiendo de donde venía la receta y la revista), piña o ananá, duraznos o albaricoques, plátano o banana y algunos casos así.

Lo primero era interpretar la receta y detectar aquellos ingredientes que no conocía que eran y buscarlos en un diccionario (No había internet queridos :D), casi siempre los encontraba en la británica (una enciclopedia que mi papá había comprado, con un montón de tomos). Una vez que ya lograba "traducir la receta" comenzaba a prepararla.

La primera receta que me resultó desafiante y que quise probar era un pastel de fresas con crema. Lo pensé mil veces y por fin me atreví. Tenía 15 años.

Por aquel entonces sólo había media crema nestlé y una crema que recuerdo se llamaba Eugenia, sólo que ninguna de las dos servía para los efectos requeridos pues una nunca se esponjaba (no subía) y la otra tenía un dejo agrio al final (no era ni sour cream ni crema dulce, estaba entre azul y buenas noches). Lo dejé por un tiempo hasta encontrar la solución a mi problema.

Un día en una de las recetas, venía el nombre de un producto que servía para "hacer" crema batida. Se llamaba Dream Whip. Obvio que jamás lo había oído mencionar, pero estaba decidida a encontrar ese producto. Debo decir además que, en esa época, tampoco existían en anaquel una cantidad infinita de productos americanos que hoy se encuentran facilmente (no existía el tratado de libre comercio ni la globalización).

Así las cosas, uno debía averiguar donde encontrar productos americanos y buscarlos como si fuera "mercado negro", estos productos no estaban a la vista pues a los comercios que los vendían los multaban y hasta podían cerrarles el negocio. En el mercado de Ciudad Obregón (donde viví mis primeros 30 años), alguien me dijo que había una tienda que se llamaba "La libertad" la cual, haciendo ejercicio de su nombre, expendía productos como esos, no sin antes hacerlo pasar a uno por un proceso un tanto extraño, de miedo y divertido para mi edad.

La primera vez que llegué a la tienda, creí ingenuamente que sería fácil encontrar el Dream Whip, jajajaja, la tienda era muy chiquita pero no lo encontré, después de dar vuelta por los pasillos detalladamente, me rendí, fui y con mi voz normal de cliente, le pregunté a la cajera si tenían el producto que buscaba.

Me vio con unos ojos de "pistola" (así decimos por acá) y me susurro despacio "no digas nada" y luego me contestó en voz alta "no, no los manejamos aquí", acto seguido, ablandó la mirada y me dijo en voz muy baja: los tengo aquí, cuantos sobres quieres?, yo pregunté despacito, cuanto cuestan?, 30 pesos, me dijo.

Me quedé de un pieza, sólo traía 100 pesos para comprar todos los ingredientes (ilusa de mí), lo cual era muucho dinero por esos tiempos. Sólo por darles una idea mi mamá ganaba alrededor de 2000 pesos al mes y con eso nos mantenía. Así que, utilizar 100 pesos del salario de mi madre para hacer un pastel me hacía sentir un remordimiento de conciencia de poca.

Ni modo, eran tantas mis ganas de hacer el pastel de fresas con crema que compré 2 sobres. La cajera abrió una caja que traía 4 paquetitos, sacó 2, los metió velozmente en una bolsa de papel estraza, dijo, son sesenta pesos, sal con cuidado y haz como si no hubiera pasado nada; Cielos!!, sentía que en cualquier momento aparecería un policía preguntándome que llevaba ahí y me las quitarían.

Seguían las fresas, sólo me alcanzó para comprar una canastilla de las 2 o 3 que requería... mmjjmm.. Llegué a la casa medio frustada, pero dispuesta a probar la receta.

Le conté a mi amá lo que me había pasado y se rió, le contesté entre enojada y molesta (aceptaba nuestra situación pero me frustaba) que no me iba a salir el pastel igual que en la receta. Ella me dijo algo que siempre repite cuando ve que no me saldrá o salió bien alguna de mis preparaciones: "No va a pasar rodando" (era una frase muy usada por las señoras cuando hacían tortillas de harina y no salían redonditas como se debía), después de eso añadió el consabido "de todas maneras nos lo comeremos".Mmjjmmm.

Siendo así, era hora de comenzar. Preparé la masa e hice el pastel (que no era de caja), dejé que se enfriara, estaba desesperadísima por ello y lo tentaba a cada rato. Por fin se enfrió.

Comencé a preparar el polvo de un sobre de los que había comprado en el "mercado negro". Se suponía que debía combinarse con leche, usé un poco de leche y de inmediato sentí que no subiría lo suficiente y que la mezcla estaba "floja",mmmmm, mala señal. Decidí usar, con el otro sobre, un poco de media crema, que había que dejar enfriar. A esperar otra vez.

No he dicho que la ciudad donde nací y vivía es una ciudad de temperaturas muy elevadas en el verano (llega a unos 48° C a la sombra y es muy húmeda, como sauna). Si, a eso, le añadimos nuestra situación económica, pues olvídense de aire acondicionado, lo más que había era un cooler (aire húmedo con bomba de agua) por supuesto, uno mediano que estaba en la cocina. No es necesario decir que, así, era muuucho mas complicado preparar un pastel frío.. Sentí, que me estaba brincando pasos, que estaba yendo muy lejos de golpe.

Una vez fría la media crema añadí un poco y usé el otro sobre de dream whip. El resultado fue mejor, seguía floja, pero ya no tanto, junté las 2 mezclas, la de leche y la de media crema y no mejoró, no podía usarse como crema batida!.

Casi lloro, debo haberlo hecho, la metí en el congelador del refrigerador y me puse a pensar en que haría. Comencé a limpiar las fresas y partirlas en minúsculos pedazos para poder que alcanzara para las 2 capas del relleno con sus 3 capas de pastel. Hasta antes de esto, yo sólo había hecho pasteles de 2 capas. La presión aumentaba, me daba cuenta que la crema estaba medio aguada y sólo alcanzaría para una capa.

Que hacía?, Que hacía?. se me ocurrió intentar algo que, aunque no era la mejor solución, me permitiría no echar a perder todo la que había hecho y el dinero gastado. Decidí preparar un merengue sólido con limón y azúcar glass y añadírselo a la crema. Funcionó perfecto. No tendría el mismo sabor pero al menos sabía a crema y la mezcla hacía los picos requeridos. Yo no lo sabía pero había hecho sin saberlo una crema llamada Chiboust (muchos años después lo sabría).

Ok. ahora seguía "montarlo". Pacientemente, lo hice, una capa de pastel, una capa de crema y fresas partidas con un poco de azúcar glass. Así 2 veces más hasta terminar con la última capa de pastel. Se supone que había que dejarlo en el congelador 4 horas (los congeladores eran con escarcha no había de otros), jajajaja. Tan poca paciencia tenía, que con trabajos, aguanté 2.

Próximo paso, con que cubrirlo y decorarlo. Ya no había más polvos, híjole, tendría que ser con merengue.

Comencé a cubrirlo pero como no había transcurrido el tiempo descrito, aún no estaba lo suficientemente "duro para sostenerse, jajaja, ponía el betún y el pastel se iba de lado, como en la bella durmiente, cuando las hadas le preparan su pastel de quince años.

No había marcha atrás, para quien no lo sabe, al merengue en el congelador se le hace una capa de agua y eso empeoraría la situación y créanme, yo no estaba preparada para eso. Decidí afrontar las consecuencias de mis actos y seguir como iba.

Completé la cobertura del pastel, aún yéndose de lado y como todavía no sabía decorar muy bien, hice unos pequeños detalles con una duya y le puse una fresa de adorno (la más bonita, porque sólo pude dejar una para el adorno :p).

Me quedé contemplándolo.... algo así... como unos 5 minutos, porque comenzaba a colapsar. Antes de que terminara colapsado en la mesa, llamé a mi madre, que, como buena madre diría: ayy hija esta precioso!!, jajaja.

Leonel mi hermano y Paty su esposa, estaban en casa de visita, uff, afortunadamente iba con ella, pues mi hermano es muy criticón, porque también le gusta cocinar y lo hace bien. Obvio mi cuñada siempre ha sido mucho más accesible y suele estimularme en lo que hago :D.

Les serví a todos los que estaban ahí y me senté a ver que cara ponían. Nunca he comido mis pasteles, luego les contaré porque.

Para mi sorpresa, no había salido tan malo. Debe haber sido así, nadie protestó ni dejó pastel en su plato (o quizá vieron mi cara de interrogación y pensaron que me traumaría si decían algo que me desmotivara).

Al rato llegaría Alfredo, "Pomponio", por aquellos tiempos, -los ridículos nombres de novio que se pone uno no?- el que ha aguantado todas mis pruebas, pero ha sido mi crítico más honesto. Se comió un pedazo y pidió otro más... óoorale, realmente no había salido tan mal.. o me quería mucho, jajajaja.

Me senté a contemplarlo, el pastel aún pandeado, más, para nuestra condición económica y la dificultad de conseguir y comprar los suficientes ingredientes, había sido casi una obra maestra.

Había dado un paso adelante, con su correspondiente adrenalina quemada y su enfrentamiento con la realidad, pero adelante al fin.. Yeaaa!

Me sentí feliz, diría como aquel programa español de TV que pasaron mucho tiempo después:

Prueba Superada.

jueves, 18 de marzo de 2010

Mi Infancia y mis primeras hazañas pasteleras

No he dicho que soy la más chica de seis hermanos y la única mujer.

Cuatro "normales" (se supone) y un Down (un poco más transparente que los otros).

Yo digo que nací y ya era mamá, prácticamente crecí con mi hermano con Síndrome de down, Miguel Omar (el Chino para nosotros), el sería mi compañero de juegos, muy bueno por cierto, porque casi no hablaba y siempre me dejaba ganar y conducirlo. Aún vive conmigo y lo amo, es alguien muy especial para mí, puedo decir que es literalmente, un hijo mas.

Mis otros hermanos, me llevaban más años, había un diferencial entre 5 y 11 años. Sus necesidades eran otras y estaban formando su vida. 3 de ellos, algunos físicamente, otros al menos en su mente, ya no estaban en casa. Se encontraban estudiando sus posgrados o por irse, algunos ya casados y otros por hacerlo. Cuando mi Papá murió había mucha prisa por irse, las necesidades eran muchas y ninguno de ellos estaba preparado para mantener a una viuda y 5 hermanos más.

No todo era malo, mi mamá comenzó a trabajar en una escuela secundaria un año después de muerto mi papá, abandonó la depresión y eso la hizo re-descubrirse como ser humano, ya no necesitaba de nadie, era productiva!. Su autoestima subió bastante, se pintaba, se arreglaba y se iba a trabajar. Descubrió que la vida no se había acabado y seguíamos en la pelea.

Detrás habían quedado los juegos que creo que me hicieron más brava. Aquellos en que siempre servía de portero (para aventarme los pelotazos) o bien en otros como en el juego de los hoyitos en el que siempre perdía y terminaba crucificada de cara a la pared aguantando los pelotazos con pelotas de goma que me daban con toda la fuerza que podían(abusones). La verdad, hasta hoy, nunca supe porqué perdía.

En ese ir y venir, pasé mi infancia.

De mi adolescencia hablaremos después, porque, como buena mujer, suelo desviarme y olvidar de lo que estaba hablando. No se preocupen, siempre al final encontrarán que la historia contada tiene algo que ver con mi aprendizaje y mi formación de ejecutiva y pastelera (mas incongruencias.. pero ahí no tanto no?).

Debo confesar que, a los 12 años, mi incursión en la repostería fue fatal, mi primer pastel era de cajita y se me bajó totalmente, quedó casi como una mega-dona, jajajaja.

Ahora se que debe haber sido porque abría el horno cada ratito, era tanta mi desesperación porque estuviera listo que no aguantaba y lo abría cada 3 minutos. Como siempre fui muy Chillona, obviamente, cuando salió el pastel y vi mis resultados, lloré como magdalena.

Aún hoy es algo que no tolero y lloro de impotencia cuando no puedo hacer algo o algo no me sale bien. Cosas que se supone se quitan con la edad, 'lástima margarito', algún karma debo tener que pagar porque, no se me ha quitado.. :p.

Así que, haciéndole justicia a mi comportamiento, como buena luchadora, seguiría insistiendo hasta lograr un resultado correcto.

Lo lograría al tercer intento, yujuuu!... :D.

Pero el betún no lo controlé bien. Ok, 6 de 10 puntos (no me iba a reprobar yo sola no?), aclaro que el mínimo aprobatorio en ese tiempo era 6.

Era de esos con cocoa, lechera y mantequilla, la receta decía que se ponía en un recipiente a baño maría (lo cual no sabía bien que era, pero pregunté) y que se preparaba a fuego lento. Me pareció una condición exagerada y lo puse directo en la estufa y le subí un poquito el fuego (jajajaja) y por ende.. se pegó y se quemó en la olla.

Comimos pastel sin betún...

Seguí insistiendo. Me armé de paciencia, algo que descubrí, a los 12 años, era un requisito indispensable en la repostería.

Seguían cosas por aprender...

Había logrado vencer el primer peldaño, de una escalera alta, alta. Pastel de chocolate de caja con betún casero a la vuelta y vuelta. Eso sí, si algo de reconocimiento me merezco es por jamás haber usado un betún comercial, jamás!. mjm!

Llegaría a los 13 años, tiempo en el que le diagnosticaron a mi Mamá su primer cáncer, este sería en la matriz.

Bendita pubertad!, mis hormonas funcionaban tan bien y ella fue tan fuerte, que casi ni nos dimos cuenta que estaba enferma. No obstante, en las noches, siempre me preguntaba que sería del Chino y de mí si ella llegara a faltar.

La operaron, le sacaron la matriz con todo y tumor. Uno de mis amigos era de la sociedad de alumnos de la secundaria, la escuela, le encargó llevarle en su nombre, un Ramo de Flores enorme. Había dobles intenciones en el, :D, sería mi novio por 8 años :p.



Ella habría de pasar cosas muy fuertes, todavía no había quimioterapias y su tratamiento realmente fue a base de radiación. Se iba sola al hospital, la encerraban en un cuarto y la encadenaban a una cama en la que estaba el cobalto. Gracias a Dios, el tratamiento resultó y se salvó.

Por ese entonces, mis 2 hermanos mayores, ya no estaban en casa, Daniel estaría casándose e inmediatamente habría de irse también a hacer su posgrado.

Fue en ese entonces que encontré los folletos viejos. Todo se acomodó, había tal nivel hormonal en mi, tanta ansiedad y tantos miedos contenidos, que la pastelería resultaría una válvula de escape fenomenal para mí. Se volvió para mi, distracción, reto y además terapia de relajación (incongruente no?), me encantaba!.

Sólo quedábamos en casa, mi mamá, el Chino y Felipe mi hermano "normal" más chico. El pobre sufrió en carne propia mis evoluciones reposteras. Un día, puse a hervir una lata de lechera para usarla en el medio de un pastel y por desesperada, para variar, no esperé el tiempo suficiente a que se enfriara. Estuve dale que dale para que me ayudara a abrirla y.... pasó lo que tenía que pasar, la abrió con el abrelatas y la lechera saltó como bomba, cayó en su mano y no se donde más. Se lo llevaron al hospital con quemaduras de segundo grado :S.

Pobre, me perdonó. Pero, aunque no lo hubiera hecho, yo ya estaba decidida a continuar aprendiendo... Tenía aquellos folletos.. algunos de los cuales son los que les muestro..

lunes, 15 de marzo de 2010

Como empecé en este rollo

Déjenme les cuento como fue que comencé a hacer pasteles.

Debo confesar que, aunque no es muy buena cocinera y le teme al horno, fue mi Mamá la primera en inculcarme el gusto por la pastelería. Hacía unos pasteles de chocolate en un sartén con tapadera, arriba de la estufa, se tardaban unos 40 minutos, para mí, en aquel tiempo una eternidad. Aunque eran muy rudimentarios (los hacía rápido y a mano), no podía criticarlos, ni me atrevería, porque los recuerdo como los más buenos del mundo. Tendría unos 7 años..Tiempos aquellos.

Por esas épocas ya mi Papá estaba enfermo, el murió cuando yo tenía 10 u 11 años, no lo recuerdo bien, pero dolió.

Mi hermano mayor tenía una novia preciosa de muy buen cuerpo, con muchas curvas, cabello negro y largo, de grandes ojos verdes con enormes pestañas. Ella sigue siendo bonita. Lo curioso es que, fue ella, que tampoco ha sido muy buena pastelera, la segunda en fomentarme el gusto por la repostería.

Ella hacía pasteles de vainilla con un betún de chocolate que todavía Me ENCANTA, cuando quiero recordar mis tiempos de infancia o saborear un Pastel, sin lugar a dudas ese será mi preferido. Sin embargo, prefiero hacerlo con pastel de chocolate y betún casero de chocolate... Nada de sofisticaciones, lo más sencillo Créanme es para mi el Cielo...

Luego tuve una maestra en la Secundaria. Como mi escuela era pública, aparte de las materias normales, teníamos que tomar materias optativas. Había para elegir: carpintería, costura, cocina y otras más que no me acuerdo. Teníamos que escoger entre alguna de ellas. Obviamente escogí cocina, había sido muy "machorra", peleonera, que jugaba a las canicas y al trompo y odiaba usar bolsas.. peeeeeroo.. me gustaba muucho la repostería.

Ahí fui a parar con "La Tulita", una maestra que tendría en aquel entonces unos 65 o 70 años (para nosotros en aquel entones un titipuchal), nos dictaba las recetas, las cuales teníamos que presentarle debidamente engargoladas. Todas las recetas dictadas debían prepararse en el salón de clases. Me reía cuando nos decía: Se cierne la harina tres veces, la última con el royal, creía que era un capricho, años después me daría cuenta que no. Teníamos los brazos muy débiles, sólo las de muy buen brazo podían levantar las claras a punto de turrón para hacer el betún básico.. Mas tiempos aquellos.. Tendría 14 años y me acababa de poner de novia con el que aún es mi marido... oooorale..

Mi Papá había dejado muchos libros, era periodista, poeta y escritor. Por esa época, de mis 15 años, mi mamá decidió enviar a la Biblioteca Pública muchos de los libros que habían estado en nuestra biblioteca. Ahí salieron muchos folletos de recetas que mi papá tenía. Recetas mucho más elaboradas que descubrí ahí que, a el le gustaba hacer (cuando estaba en mejores condiciones supongo, yo ya lo recuerdo en cama casi siempre).


En esos folletos, ya venían recetas con Crema Moca (que será eso??), Crema batida (Santo Dios, yo no había oído hablar de ella), chocolate amargo (y ese cual es?, yo nomas conocía al carlos quinto). Recuerdo bien la Receta Pastel Vienés de Chocolate.. mmmmm .. había más que aprender..

Por ahí comenzaría, pero esto ya esta muy largo, luego les contaré como continúa esta historia.

Por ahora, les dejo una muestra de lo que ya sé hacer..

Como ven, me falta mucho pero creo que he avanzado un poco..